martes, 19 de febrero de 2013

Uno de cincuenta... años.

Ya os conté que, mientras preparo las novedades de esta primavera, voy a contar algunas de las cosas que hice antes de Navidad. 

Mi chico ha cumplido una cifra memorable y llevaba unos meses planeando sorprenderle; no voy a contar toda la historia, pero preparar una fiesta sorpresa es muy laborioso e implica tener amigos y familia que te ayudan, mentir bastante para justificar dónde estás, qué haces, y qué es eso que ha llegado a casa el único día que no podías estar (a pesar de que se especificaste en el envío que la persona encargada del transporte llamara antes), cuando es evidente que no puedes dar esa información. Ha sido estresante, pero divertido. Y ha merecido la pena.

Lo primero era hacer una lista de invitados... Al final fueron ¡unas 110 personas!, a pesar de que algunos invitados no pudieron venir.

Lo segundo era encontrar un local para meterlos a todos: eso es fácil, podemos usar el de la asociación de antiguos alumnos del cole en el que los dos estudiamos, que es fantástico. Problema resuelto.

Tocaba diseñar la invitación, para que fuera elegante pero divertida, moderna pero clásica. Éste es el resultado (he borrado mi teléfono, que no le interesa al resto del mundo, jeje):


Como veis, aproveché el mensaje de una conocida marca de bisutería para hacer un guiño a la edad de mi amor, y me pareció un detalle entrañable que los invitados se llevaran un recuerdo del acontecimiento, así que con el logo de la fiesta hice imanes para la nevera (siempre con papel FSC) que empaqueté en el estilo natural que me gusta, con una etiqueta craft estampada en la que se indicaba los nombres de los obsequiados.






















Los hice en dos colores: blanco y dorado, que fueron los colores de la fiesta.




Y aproveché una maleta vintage de inspiración italiana para presentarlos. ¿Qué os parece? La monada que posa al lado con estudiada indiferencia y arnés rosa es Momo, la gata albina de uno de mis hermanos; se lo pasó bomba en la decoración de la fiesta.

La decoración era muy importante para mí, porque quería que fuera una fiesta realmente inolvidable y, como todos los detalles, debía ser también personal y tierno. Busqué mucho en internet y al final adapté una idea que vi en un blog a lo que yo necesitaba y me decanté por los globos. Usé 130 globos inflados con helio, dorados y blanco perla, de los que colgaban cintas largas, de los mismos colores. 

Los que os hayáis fijado en la imagen de la invitación, habréis visto que se pedía a los invitados que enviaran tres cosas antes de la fiesta: una foto de cuando eran pequeños (en una fiesta de 50 es encantador vernos a todos con 6 años), una canción y una dedicatoria al cumpleañero. A la altura de los ojos, más o menos, coloqué las fotos y las dedicatorias emparejadas en formato polaroid, anudadas a las cintas. Fue una idea estupenda, pues los invitados se lo pasaron genial buscándose, encontrando amigos y conocidos, y leyendo lo que todos querían decirle al prota de la fiesta.

Como no quiero vulnerar la intimidad de mis amigos, os pongo el detalle de mi foto. Reconozco que ésta me encanta, creo que yo tenía unos cinco años y ésa fue mi camiseta favorita una temporada.

Las canciones sirvieron para hacer la lista de reproducción de la fiesta y las dedicatorias, con todo lo demás, formarán parte de un álbum de recuerdos, incluídas las fotos de la fiesta. Os dejo algunas para que veáis el efecto final. Si añadís una malla de luces led en el techo, catering casero, familia y buenos amigos, el resultado es éste.

Mi hermano Miguel y mi amiga
Belén en la preparación.

Momo, estudiando cuánto tendría que
saltar para alcanzar un globo.

El regalo colectivo (un viaje a Italia) salía en forma de postal enganchada a la cinta de este globo dorado al abrir la sombrerera.



Añadir leyenda



Hubo mil detalles que no se aprecian en las fotos y que hicieron que fuera perfecto: casi todo el catering lo hicimos mi madre y yo (gracias, mamá y papá), pero una red de amigas me hicieron las tortillas de patata (gracias otra vez, chicas) y una de mis cuñadas hizo una importante aportación de bebida (gracias, Juli); hubo música en directo (es lo bueno de tener amigos músicos, gracias a Mala Hierba); había capullos de rosa adornando los platos; las servilletas y el menaje mantenían los colores de la fiesta en una delicada y elegante combinación; un amigo aguantó tres cuartos de hora en la calle esperando a mi chico que, por primera vez en su historia, llegó tarde a la falsa cita; hubo amigos que me sirvieron de cohartada... Antonio y yo tenemos la suerte de contar con una amplísima red familiar y de amigos que nos quieren y nos ayudan; ¡gracias a todos de nuevo!

Normalmente hago yo las tartas, porque me encanta la repostería, pero esta vez se la encargué a la madre de una amiga de mi hijastra (sí, es de "aquí no hay quien viva", jeje), que ha montado un negocio de tartas por internet y están deliciosas. Yo no daba a basto esta vez con todo y encargamos estas dos maravillas. Son de Quédelicia Repostería.


Un último detalle: todo el pan de la fiesta era apto para celíacos e intolerantes a la lactosa y también prácticamente toda la comida, lo que demuestra que se puede organizar una buena, con cosas riquísimas y elaboradas -incluídas las tartas- sin perjuicio de los que tenemos algún problema de alergia o intolerancia alimentaria.

Todo estaba marcado con banderines ad hoc, por supuesto, para que nadie tuviera dudas y todo el mundo disfrutara a tope.

¿Te ha gustado? Escríbeme a venecialonis@gmail.com si quieres hacer invitaciones y detalles para algún evento.
FELIZ SEMANA

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